viernes, 7 de febrero de 2014

DECIR QUE NO: LA PRÁCTICA DEL AUTORRESPETO

"Lo más importante que aprendí después de los cuarenta años fue a decir que NO cuando es NO". Lo dijo Gabriel García Márquez. Tan simple, que parece dicho por el vecino! Pero tan difícil que requiere, con frecuencia, de mucha ejercitación consciente. Sí: para gran cantidad de personas el "NO" es como un músculo flácido, que hace falta fortalecer en el gimnasio de los vínculos. 
Cuando uno dice "SÍ" pero la sensatez o la dignidad nos gritan por dentro "NO", estamos violentando nuestro criterio de realidad: nos engañamos, justificando al otro y dándonos falaces fundamentos de por qué no ponemos el límite necesario. ¿Resultado? Hacia fuera, confundimos al otro respecto de quienes somos, que necesitamos, que "NO" aceptamos... generándonos circunstancias no deseables, y, hacia adentro, sentimos un saborcito amargo de autotraición. 
¿Cómo hacen los que aprenden a decir que "NO"? Un factor es que están preparados a que, quizás, cuando lo enuncien se dispare un sentimiento de culpa, como si estuvieran dañando al otro. Pero se entrenan en discernir que se trata de una culpa ficticia (aunque se la sienta como real) porque no hay ánimo de daño! Entonces, aceptan sostener ese sentir (como una madre que le dice "NO" al niño grande que reclama un chupete!), sin darle entidad, sin decidir a partir de él. Cuando uno se desidentifica así de este patrón disfuncional, comienza a aliviarse; poco a poco el "NO" se vuelve más fluido, más firme, y hasta más grato, pues tiene el sabor del autorrespeto. A partir de esa instancia, nuestro "SÍ" se torna sólido, pues ningún "SÍ" es creíble si no se tiene el "NO" como alternativa de respuesta. 


Virginia Gawel.




No hay comentarios:

Publicar un comentario